lunes, 14 de septiembre de 2009

5.3 ACUERDOS INTERNACIONALES

Es necesaria la cooperación internacional para conseguir una reducción de los gases de efecto invernadero. La primera conferencia internacional sobre este problema se celebró en 1992 en Río de Janeiro, Brasil. En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, conocida de manera informal como Cumbre de Río o Cumbre de la Tierra, los países asistentes se comprometieron a afrontar el problema de los gases de efecto invernadero firmando la Convención Marco sobre el Cambio Climático. Hasta ahora, más de 180 países han ratificado la Convención, que compromete a los países a estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que podría evitar una interferencia humana peligrosa con el clima. Esto es necesario para que los ecosistemas puedan adaptarse de forma natural al calentamiento global, para no poner en riesgo la producción de alimentos y para que el desarrollo económico sea sostenible.
Los países que acudieron a la Cumbre de la Tierra acordaron reunirse de nuevo para plasmar estas buenas intenciones en un tratado de obligado cumplimiento sobre reducción de las emisiones. En 1997 se reunieron en Japón 160 países y acordaron el denominado Protocolo de Kioto. Este tratado fija objetivos obligatorios para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Los países industrializados que firmaron el tratado están obligados a reducir sus emisiones un 5% por debajo de la cantidad emitida en 1990. Esta reducción debe alcanzarse antes de 2012 y las medidas para conseguirlo deben empezar a aplicarse en 2008. Los países en desarrollo no están obligados a cumplir estas reducciones. Según las normas del Protocolo de Kioto, los países industrializados deben tomar las primeras medidas porque son responsables de la mayoría de las emisiones hasta ahora y tienen más recursos para conseguir esta reducción.
Este protocolo no entraría en vigor a menos que fuera firmado por los países industrializados responsables del 55% de las emisiones en 1990. Esto se logró en noviembre de 2004, cuando Rusia aprobó el tratado, y comenzó a aplicarse en febrero de 2005. A finales de 2006, 166 países habían firmado y ratificado el tratado. Estados Unidos y Australia son dos excepciones notables.
El Protocolo de Kioto que expira en 2012 es solo el primer paso para conseguir la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Para estabilizar o reducir las emisiones en el siglo XXI es necesario tomar medidas más amplias y firmes. Esto se debe en parte a que las recomendaciones de este tratado no tuvieron en cuenta la rápida industrialización de países como China o India que están entre los países en desarrollo exentos de cumplir el tratado. No obstante, se prevé que los países en desarrollo producirán la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero hacia 2035. Los dirigentes de estos países argumentan que los controles de las emisiones tienen un coste considerable que dificultaría su desarrollo económico. En el pasado, la prosperidad y la contaminación iban juntas porque la industrialización era siempre un elemento necesario para el desarrollo económico. Una pregunta fundamental que debe plantearse es si la economía puede crecer o no sin aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero ya que países como China e India están en el camino de la industrialización.
En 2007 la Unión Europea (UE) tomó la iniciativa en un nuevo plan internacional para controlar el calentamiento global. En la “cumbre verde” celebrada en marzo, los 27 países de la UE alcanzaron un acuerdo de referencia que superaba las recomendaciones planteadas en el Protocolo de Kioto para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Este acuerdo fijó objetivos ambiciosos para la UE aunque quedan pordeterminar los objetivos y reglas para cada país mediante negociaciones adicionales.
En este acuerdo, los dirigentes de la Unión Europea decidieron reducir las emisiones en 2020 a un 20% respecto a las cifras de 1990 o hasta un 30% si los países que no pertenecen a la UE se unen a este acuerdo. También acordaron que las energías renovables, como la solar y la eólica, deberán representar el 20% de la energía total de la UE en 2020 (un aumento del 14 por ciento). Además, acordaron llevar a cabo un incremento, de hasta el 10%, de la energía que se obtiene de combustibles procedentes de las plantas, como el biodiesel y el bioetanol. Junto con estos objetivos, los dirigentes de la UE acordaron diseñar un plan para promocionar las bombillas fluorescentes de bajo consumo, siguiendo el ejemplo de países como Australia y Chile que han limitado de forma progresiva el uso de bombillas incandescentes de mayor consumo.

5.2 FUENTES DE ENERGIA RENOVABLES

El consumo mundial de combustibles fósiles aumenta cada año. No obstante, el uso de energía en todo el mundo está cambiando lentamente: el uso de combustibles que emiten gran cantidad de dióxido de carbono está siendo sustituido por el de combustibles que emiten menos cantidad de este gas.
La madera fue la primera fuente de energía utilizada por el ser humano. Con la Revolución Industrial (a mediados del siglo XVIII), el carbón se convirtió en la fuente principal de energía. Hacia mediados del siglo XIX la utilización del petróleo superó a la del carbón para alimentar los motores de combustión interna, que después se emplearon en los coches. En el siglo XIX comenzó el uso generalizado del gas natural para calentar y alumbrar. La combustión de gas natural emite menos dióxido de carbono que el petróleo que, a su vez, emite menos que el carbón o la madera. Sin embargo, es posible que se produzca un cambio en esta tendencia conforme se agoten las reservas de petróleo. En la actualidad, están comenzando a utilizarse otros combustibles, como las arenas asfálticas. La obtención de petróleo a partir de las arenas asfálticas implica un proceso de extracción y refinado que emite dióxido de carbono. Además, la abundancia relativa de reservas de carbón en países como China y Estados Unidos podría provocar un nuevo ascenso del uso de carbón para generar electricidad. Tecnologías innovadoras para las plantas de energía alimentadas con carbón podrían ayudar a paliar los efectos nocivos.
Solo es posible conseguir una reducción sustancial de las emisiones de dióxido de carbono cambiando la procedencia de la energía, que ahora se obtiene a partir de los combustibles fósiles. Las centrales nucleares no emiten dióxido de carbono pero la energía nuclear genera polémica por motivos de precaución, seguridad, así como por el elevado coste de eliminación de los residuos nucleares. Las energías solar, eólica y la obtenida del hidrógeno tampoco emiten gases de efecto invernadero. Estas fuentes de energía pueden ser alternativas prácticas poco contaminantes frente al uso de los combustibles fósiles. Otras opciones son los combustibles obtenidos de las plantas como el biodiesel (obtenido del aceite vegetal nuevo y usado) y el bioetanol (un aditivo de la gasolina obtenido de las plantas). El uso de estos combustibles ayudaría a reducir las emisiones totales de dióxido de carbono por los coches. El coche eléctrico híbrido, que emplea un motor eléctrico combinado con uno de gasolina o diesel, emite menos dióxido de carbono que los coches convencionales.

5.1 CAPTURA DE CARBONO

Una manera de evitar que las emisiones de dióxido de carbono alcancen la atmósfera es conservar y plantar más árboles. Los árboles, especialmente los más jóvenes y los de crecimiento rápido, eliminan una gran cantidad de dióxido de carbono de la atmósfera y almacenan átomos de carbono en la madera nueva. En todo el mundo están desapareciendo bosques a un ritmo alarmante, sobre todo en los trópicos. En muchas zonas, la reforestación es escasa y la tierra pierde fertilidad o se destina a otros usos como terrenos cultivados o desarrollos urbanísticos. Además, cuando se talan o queman árboles liberan el carbono almacenado de nuevo a la atmósfera en forma de dióxido de carbono. Ralentizar la velocidad de la deforestación y plantar nuevos árboles ayuda a contrarrestar la acumulación de gases de efecto invernadero.
También es posible una captura directa del dióxido de carbono en forma gaseosa. Antes se inyectaba en pozos de petróleo vacíos para forzar la salida de petróleo desde la tierra o el fondo del mar. Es posible utilizar ese mismo proceso para almacenar el dióxido de carbono liberado por una planta de producción de energía o una fábrica. Por ejemplo, desde 1996 se ha empleado este proceso en una plataforma de perforación de gas natural cerca de la costa noruega. El dióxido de carbono que sale a la superficie con el gas natural es capturado, comprimido y después inyectado en un acuífero profundo por debajo del lecho marino, del que no puede escapar. En la mayoría de los casos el proceso de captura de dióxido de carbono implica también el transporte del gas en forma comprimida a sitios adecuados para su almacenamiento, bajo la superficie. Las aguas oceánicas profundas podrían absorber también una gran cantidad de dióxido de carbono aunque sus efectos sobre la vida oceánica pueden resultar perjudiciales. La viabilidad y los efectos medioambientales de estas medidas están siendo estudiados por equipos internacionales.

5 MEDIDAS PARA CONTROLAR EL CALENTAMIENTO GLOBAL

La respuesta al desafío de controlar el calentamiento global precisa cambios fundamentales en la producción de energía, el transporte, la industria, las políticas gubernamentales y los planes de desarrollo en todo el mundo. Estos cambios requieren tiempo. El desafío actual es controlar las consecuencias inevitables con medidas que permitan evitar consecuencias más graves en el futuro.
La reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, también denominada atenuación de los gases de efecto invernadero, es una medida necesaria para controlar el calentamiento global. Existen dos estrategias principales para ralentizar la acumulación de gases de efecto invernadero. Una es reducir el uso de combustibles fósiles, reduciendo así las emisiones de gases de efecto invernadero. La otra es mantener el dióxido de carbono fuera de la atmósfera almacenando el gas o su componente de carbono en otro lugar, lo que se conoce como secuestro o captura del carbono.

4.6 LA SALUD

En un mundo más caliente los científicos prevén un aumento de las enfermedades y de las muertes relacionadas con el calor, debidas no solo a los días más calurosos sino sobre todo a las noches más calurosas. Las olas de calor más frecuentes e intensas contribuirán todavía más a esta tendencia. Por otro lado, habrá descensos en el número de muertes relacionadas con el frío. Enfermedades como la malaria, localizadas en la actualidad en los trópicos y transmitidas por mosquitos u otros insectos, ampliarán su zona de influencia conforme estos insectos se desplacen a regiones que antes eran demasiado frías para ellos. Otras enfermedades tropicales podrán propagarse de forma similar, como el dengue, la fiebre amarilla y la encefalitis. Los expertos prevén también un aumento de la incidencia de alergias y enfermedades respiratorias conforme el aire más caliente contenga más contaminantes, esporas de hongos y pólenes.

4.5 PLANTAS Y ANIMALES

Las plantas y los animales tendrán problemas para escapar o adaptarse a los efectos del calentamiento global. Los científicos ya han observado cambios en los ciclos vitales de muchas plantas y animales, como el florecimiento más temprano o la incubación precoz de los pájaros en primavera. Numerosas especies han comenzado a desplazarse de sus territorios habituales o a cambiar su modelo migratorio anual debido a la elevación de la temperatura.
Con un calentamiento mayor, los animales tenderán a migrar hacia los polos y hacia territorios más elevados. Las plantas intentarán también cambiar sus habitats, buscando nuevas zonas conforme las regiones en las que viven se calienten demasiado. No obstante, en muchas zonas el desarrollo humano impedirá estos cambios. Las especies que encuentren bloqueado su camino hacia el norte o hacia el sur por ciudades o terrenos cultivados podrán extinguirse. Las especies que viven en ecosistemas extremos, como los polos y las cumbres de las montañas, tienen mayor riesgo, porque no podrán migrar hacia hábitats nuevos. Por ejemplo, los osos polares y los mamíferos marinos del Ártico ya están amenazados por el deshielo del hielo del mar.
Es difícil predecir las especies en riesgo de extinción por el calentamiento global. Algunos científicos han estimado que entre el 20% y el 50% de las especies podrían estar abocadas a la extinción con una subida de 2-3 ºC de temperatura. Para las plantas y los animales es muy importante, además, el ritmo de incremento de la temperatura, no solo la magnitud. Si el incremento es muy rápido, algunas especies animales e incluso ecosistemas enteros, como ciertos tipos de bosques, podrían ser incapaces de adaptarse con la suficiente rapidez y podrían desaparecer.
Los ecosistemas oceánicos, especialmente aquellos más frágiles como los arrecifes coralinos, también se verán afectados por el calentamiento global. Una mayor temperatura oceánica puede producir un “blanqueo” del coral, un estado que si se prolonga produce la muerte del mismo. Los científicos calculan que un calentamiento global de 1 ºC podría provocar un blanqueo generalizado con la consiguiente muerte de los arrecifes coralinos en todo el mundo. Además, el aumento del dióxido de carbono en la atmósfera afecta a los océanos y aumenta la acidez del agua oceánica. Esta acidificación perjudica todavía más a los ecosistemas oceánicos.

4.4 AGRICULTURA

Un calentamiento global de algunos grados puede aumentar la producción agrícola, aunque no necesariamente, en algunas zonas donde ahora crecen cosechas. Por ejemplo, el sur de Canadá podría beneficiarse de lluvias más abundantes y de una estación de crecimiento más prolongada. Al mismo tiempo, las tierras de cultivo tropicales semiáridas, de algunas regiones de África, se empobrecerían todavía más. Las tierras de cultivo que reciben el agua de montañas alejadas podrían verse perjudicadas porque el manto de nieve invernal se fundiría antes de lo habitual y no coincidiría con los meses de mayor crecimiento de las plantas cultivadas. Las cosechas y los bosques también podrían verse afectados por la presencia de mayor número de insectos y de enfermedades. Las zonas agrícolas necesitarían adaptarse a las condiciones cambiantes, por ejemplo modificando el tipo de cosechas o invirtiendo en variedades que soporten mejor la sequía o el calor. Los científicos calculan que un calentamiento de hasta 3 ºC podría aumentar la capacidad agrícola global, pero es probable que un calentamiento más pronunciado redujera esta capacidad.